Colores, olores, música, luz, mobiliario, entre muchas otras cosas, bien escogidos, serán el mejor imán para que el cliente se decida a atravesar el umbral de nuestra puerta. Nos identificaran y ayudará a que el público nos recuerde.
Para hacerlo, la imagen de nuestro comercio debe respetar nuestra identidad, bailar bajo el mismo ritmo. Al mismo tiempo, tiene que tener un punto creativo, que nos diferencie del resto. Según la actividad, podemos incluso divertirnos jugando con la provocación.
Debemos activar la imaginación de los clientes, que sean capaces de ver por sí solos todas la posibilidades que ofrecen los diferentes productos. La sorpresa es otro punto a favor, aquello que nos sorprende se queda impreso en nuestra memoria.
La armonía es también de suma importancia en el diseño de espacios comerciales, pero para quedar grabados en la retina del cliente debemos crear puntos impactantes, que sobresalgan y rompan la homogeneidad, sin perder la personalidad que nos caracteriza.